10- El camarote

lunes, 29 de octubre de 2007

La situación se había tornado en muy preocupante, el Repulse se disponía para barrer nuevamente por proa al Indoptable, ya lo habíamos hecho dos veces con anterioridad y esta sería la tercera, si los otros buques de la flota lo habían desarbolado por completo nosotros nos encargábamos de golpearlo sin piedad hasta convertirlo en un gran ataúd flotante, a la par nuestro buque se preparaba para virar rumbo oeste y mantener nuestra ventaja sobre el desafortunado francés.

Mientras sucedía todo esto el Bucentaure nos ganaba la proa con total claridad y veíamos con preocupación que su andanada sería demoledora, estaban demasiado cerca y ahora solo podíamos esperar su tremenda descarga. Imagino que los pensamientos del Almirante francés debían de ser similares a los que nos atormentaban ya que nuestros dos buques situados al sur, el Glory Y el Malta cortaban su rumbo formando una T perfecta, nosotros teníamos cuarenta cañones de los que preocuparnos, ellos más de setenta amenazándolos.

-Señor Derrick que se prepare la tripulación para largar todo el trapo, el francés suele apuntar a la arboladura y en nuestra posición no sería raro perder el trinquete. ¿Están listas las hachas para cortar los cabos?-

-Sí señor, todo está preparado si fuese preciso, ¿podremos compensar la pérdida de velocidad?-

-No me preocupa tanto lo rápido que naveguemos como lo maniobrables que podamos ser- respondió el Capitán – Hemos de encajar el golpe que nos espera lo mejor posible y hundir al Indomptable si somos capaces, tras eso ya nos preocuparemos del Bucentaure-

En ese instante he de reconocer que la flaqueza de espíritu se sobrepuso a mi ardor guerrero y para que sus Señorías vean que soy franco y veraz con todo lo que apunto en este diario reconozco que el miedo me pudo. El temor es un arma poderosa y en ese instante sentí la necesidad de abandonar el puente y colocarme en un lugar más protegido, por vez primera estábamos al alcance del fuego de los tiradores situados en las cofas del enemigo y aunque por nuestra posición estábamos a salvo en popa mi corazón me empujaba a buscar lugar más protegido bajo las cubiertas del buque.

Mi conducta me avergüenza ahora pero es preciso reconocerla para poder describir lo que mis ojos vieron en las entrañas del navío. Me levanté con la intención de que no se notase mi ausencia, ¿quién se preocuparía de lo que hiciese un joven marino en medio del combate? Gran error el mío, un navío de Su Graciosa Majestad es una máquina perfectamente engarzada donde cada pieza tiene su función y la cumple con la mayor diligencia pues su vida puede depender de ello, solo con levantarme y encaminarme a la escotilla que da acceso al puente de primera batería un viejo oficial de mar(17) me cortó el paso.

–A donde demonios crees que vas marinero- me espetó con ferocidad.

-El Capitán me ha encargado que me ocupe del Diario de Combate y preciso tinta- temblando como una hoja le mostré el tintero casi vacío y el presente diario cuya cubierta no deja lugar a dudas al lucir las armas de Su Majestad y el nombre del buque HMS Repulse en letras doradas.

-Pues se rápido que el infierno no espera por nadie- dijo con una sonrisa que dejaba a la vista los pocos dientes que aun conservaba.

Mi segunda parada fue la propia escotilla pues nada más acceder a ella dos soldados me cortaron el paso –Alto, no se puede pasar, regresa a tu puesto en cubierta- su mosquete cruzado sobre el pecho me bloqueaba el camino.

-El Capitán me ha encargado que me ocupe del Diario de Combate y preciso tinta- repetí nuevamente, pero esta vez no era suficiente con mostrar el diario y el tintero.

-Y a donde te diriges entonces- preguntó el otro soldado.

-A la cámara del Capitán- estaba claro que me sería imposible bajar a cubiertas inferiores.

-Los muebles se han colocado a la entrada, no te será fácil encontrar lo que buscas-

Y era cierto, el camarote del Capitán, que era de una amplitud relativa tratándose de un bajel de guerra, había sido despojado de los muebles y ornamentos siendo todo apilado en los laterales de la cámara, en el jardín de popa se habían alojado dos piezas de artillería a forma de guardatimones(18). Los marinos que servían las piezas estaban sudorosos y cubiertos por una fina capa blanquecina por ciertas partes y semejante al hollín por otras. Trabajaban a ritmo constante y en silencio, no se percataron de mi presencia o mejor dicho, no les importaba lo más mínimo, daba la impresión de que aunque entrase el mismísimo Napoleón en persona no les merecería más que una mirada de reojo, tal era su determinación para con su labor.

Hasta catorce personas conté para servir las dos piezas, más un jovencísimo grumete oficiando de mono de pólvora que aparecía y desaparecía a la velocidad de un pequeño ratón de campo. Conmigo eran dieciséis las personas que nos encontrábamos en una reducida estancia que contenía un desagradable olor mezcla del sudor y la pólvora.

-¿El escritorio del capitán?- Pregunté, un marinero me miró sorprendido y gritó a los demás –Por todas las rameras de Irlanda, el muchacho nos toma por escribanos-, la carcajada fue general –Apuntemos nuestra pluma a esos franceses que les quiero escribir una poesía- se burló otro, no merecí mayor atención así que comencé a buscar entre los cajones de los muebles que se podían ver y abrir, era consciente de que no podría demorar mi tarea en demasía, quizás uno de los soldados de la escotilla viniese a ver que hacía pues su misión era custodiar las entradas y salidas para evitar que los cobardes como yo escapasen del combate, pero aun así tenía la esperanza de que la descarga del Bucentaure aconteciese antes de que me enviasen de regreso a la cubierta.

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17 Especialistas de oficios navales, contramaestres, calafates, carpinteros, faroleros, patrones, etc.
18 Cada uno de los cañones que solían ponerse en las portas de la popa, que están en una y otra banda del timón.

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