7- La lucha y la paciencia

martes, 9 de octubre de 2007


-¡Ahora, fuego!- -¡Fuego!- repitió el contramaestre mientras el señor Derrick asistía asombrado a la escena, de forma inmediata una salvaje sacudida empujó al Repulse y el Indomptable crujió como si fuese un alarido lo que emitía. La andanada es perfecta barriendo al navío francés de proa a popa, las desgracias debieron de ser muchas y grandes ya que los daños se recibieron a la altura del guarda aguas(13) de proa. De forma inmediata desaparecieron el mascarón y buena parte del bauprés(14) se hizo astillas.

-Derrick, están derivando- -Si señor- respondió el oficial –nos acompañan Capitán- el Indomptable se asemejaba a una brújula que seguía a su norte sin moverse del sitio pero rotando en torno a su eje que era el Repulse, -¡Por San Jorge! que recarguen lo más rápido posible las baterías de estribor-

En las cubiertas inferiores y en la cubierta de baterías superior el trabajo tiene que ser rápido y preciso, desde nuestra posición no podemos observar los movimientos pero han pasado casi tres horas desde que comenzó la acción y no hemos sufrido daños, la moral es muy alta y el cansancio no parece hacerse notar. La distancia que nos separa del navío francés se acorta cada vez más y el tiempo se hace lento, en el castillo todos permanecemos en silencio, en la impaciencia el Capitán le da un puntapié a un cubo contra incendios derramando el agua por la cubierta, nadie dice nada, desde el Indomptable ni siquiera nos disparan con mosquetes, sus mástiles no existen y los infantes franceses no se atreven a asomarse por el castillo de proa sabedores de lo que les espera, una muerte segura.

-¡Listas las baterías señor Rodskin!- le dice uno de los contramaestres al viejo oficial, -Baterías preparadas señor Derrick- repite de forma suave, -Capitán, baterías listas para abrir fuego-

Según pasa el tiempo me es cada vez más difícil realizar las anotaciones en este diario de combate, mi cuerpo parece no responder a mis pensamientos y mis manos tiemblan como hojas en una tormenta. No es que tenga miedo, no, pero el ansia de entrar en combate es mucha y tras tanto tiempo en el mismo sin recibir una sola andanada del enemigo pese a estar en el centro de la acción no parece normal, quiera el buen Dios que sus designios nos sean favorables pero las sensaciones son preocupantes y veo como la tripulación comienza a tornar la euforia en desconfianza.

Somos como un río que no encontrase rocas en su camino al mar, todo es tan perfecto que quizás nos espere una cascada al final del viaje.

Dos marineros que se afanaban en preparar más cubos antiincendios comentaban entre si que el Capitán tenía un pacto con el mismísimo Leviatán, -ni un solo herido- se decían –tras casi cuatro horas de combate-. Un contramaestre que escuchó el comentario agarró al marino que estaba más cerca de él y le dijo mirando fijamente a los ojos –Vuelve a decir algo semejante del Capitán y te juro por todos los muertos de los mares que te desollaré vivo-

-¿Algún problema contramaestre?- dijo uno de los oficiales que contemplaba la escena pero no conocía el comentario.

-Ninguno señor- respondió el marinero que le sacaba una cabeza al contramaestre, -me quejaba del cansancio pero no volverá a suceder señor.-

Entre tanto el Capitán que parecía absorto en sus propios pensamientos miraba fijamente por la borda al Indomptable que nos mostraba sus desastres cada vez más cercanos.

-Capitán, baterías listas para abrir fuego- era la segunda vez que el señor Derrick le repetía al Capitán la disposición a abrir fuego, súbitamente este giró la cabeza y con una mueca parecida a una sonrisa le dijo al oficial –Los españoles tienen un dicho muy curioso “Vísteme despacio que tengo prisa”, ¿lo conoce?-

La cara del señor Derrick era un poema en si misma, no se lo que pasaba por su cabeza pero es fácil de imaginar, -Señor, es el momento de batirlos-

-Déjelos derivar un poco más, se nos echarán encima y los barreremos totalmente-

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13 Refuerzo de proa de la cubierta inferior con varias utilidades, rompedor contra el agua que se introducía por los escobenes del ancla y a la vez recinto para los animales vivos destinados a surtir de carne fresca a la oficialidad del buque.

14 Palo grueso, horizontal o algo inclinado, que en la proa o popa de los barcos sirve para asegurar los estayes del trinquete, orientar los foques y algunos otros usos.

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