10- El camarote

lunes, 29 de octubre de 2007

La situación se había tornado en muy preocupante, el Repulse se disponía para barrer nuevamente por proa al Indoptable, ya lo habíamos hecho dos veces con anterioridad y esta sería la tercera, si los otros buques de la flota lo habían desarbolado por completo nosotros nos encargábamos de golpearlo sin piedad hasta convertirlo en un gran ataúd flotante, a la par nuestro buque se preparaba para virar rumbo oeste y mantener nuestra ventaja sobre el desafortunado francés.

Mientras sucedía todo esto el Bucentaure nos ganaba la proa con total claridad y veíamos con preocupación que su andanada sería demoledora, estaban demasiado cerca y ahora solo podíamos esperar su tremenda descarga. Imagino que los pensamientos del Almirante francés debían de ser similares a los que nos atormentaban ya que nuestros dos buques situados al sur, el Glory Y el Malta cortaban su rumbo formando una T perfecta, nosotros teníamos cuarenta cañones de los que preocuparnos, ellos más de setenta amenazándolos.

-Señor Derrick que se prepare la tripulación para largar todo el trapo, el francés suele apuntar a la arboladura y en nuestra posición no sería raro perder el trinquete. ¿Están listas las hachas para cortar los cabos?-

-Sí señor, todo está preparado si fuese preciso, ¿podremos compensar la pérdida de velocidad?-

-No me preocupa tanto lo rápido que naveguemos como lo maniobrables que podamos ser- respondió el Capitán – Hemos de encajar el golpe que nos espera lo mejor posible y hundir al Indomptable si somos capaces, tras eso ya nos preocuparemos del Bucentaure-

En ese instante he de reconocer que la flaqueza de espíritu se sobrepuso a mi ardor guerrero y para que sus Señorías vean que soy franco y veraz con todo lo que apunto en este diario reconozco que el miedo me pudo. El temor es un arma poderosa y en ese instante sentí la necesidad de abandonar el puente y colocarme en un lugar más protegido, por vez primera estábamos al alcance del fuego de los tiradores situados en las cofas del enemigo y aunque por nuestra posición estábamos a salvo en popa mi corazón me empujaba a buscar lugar más protegido bajo las cubiertas del buque.

Mi conducta me avergüenza ahora pero es preciso reconocerla para poder describir lo que mis ojos vieron en las entrañas del navío. Me levanté con la intención de que no se notase mi ausencia, ¿quién se preocuparía de lo que hiciese un joven marino en medio del combate? Gran error el mío, un navío de Su Graciosa Majestad es una máquina perfectamente engarzada donde cada pieza tiene su función y la cumple con la mayor diligencia pues su vida puede depender de ello, solo con levantarme y encaminarme a la escotilla que da acceso al puente de primera batería un viejo oficial de mar(17) me cortó el paso.

–A donde demonios crees que vas marinero- me espetó con ferocidad.

-El Capitán me ha encargado que me ocupe del Diario de Combate y preciso tinta- temblando como una hoja le mostré el tintero casi vacío y el presente diario cuya cubierta no deja lugar a dudas al lucir las armas de Su Majestad y el nombre del buque HMS Repulse en letras doradas.

-Pues se rápido que el infierno no espera por nadie- dijo con una sonrisa que dejaba a la vista los pocos dientes que aun conservaba.

Mi segunda parada fue la propia escotilla pues nada más acceder a ella dos soldados me cortaron el paso –Alto, no se puede pasar, regresa a tu puesto en cubierta- su mosquete cruzado sobre el pecho me bloqueaba el camino.

-El Capitán me ha encargado que me ocupe del Diario de Combate y preciso tinta- repetí nuevamente, pero esta vez no era suficiente con mostrar el diario y el tintero.

-Y a donde te diriges entonces- preguntó el otro soldado.

-A la cámara del Capitán- estaba claro que me sería imposible bajar a cubiertas inferiores.

-Los muebles se han colocado a la entrada, no te será fácil encontrar lo que buscas-

Y era cierto, el camarote del Capitán, que era de una amplitud relativa tratándose de un bajel de guerra, había sido despojado de los muebles y ornamentos siendo todo apilado en los laterales de la cámara, en el jardín de popa se habían alojado dos piezas de artillería a forma de guardatimones(18). Los marinos que servían las piezas estaban sudorosos y cubiertos por una fina capa blanquecina por ciertas partes y semejante al hollín por otras. Trabajaban a ritmo constante y en silencio, no se percataron de mi presencia o mejor dicho, no les importaba lo más mínimo, daba la impresión de que aunque entrase el mismísimo Napoleón en persona no les merecería más que una mirada de reojo, tal era su determinación para con su labor.

Hasta catorce personas conté para servir las dos piezas, más un jovencísimo grumete oficiando de mono de pólvora que aparecía y desaparecía a la velocidad de un pequeño ratón de campo. Conmigo eran dieciséis las personas que nos encontrábamos en una reducida estancia que contenía un desagradable olor mezcla del sudor y la pólvora.

-¿El escritorio del capitán?- Pregunté, un marinero me miró sorprendido y gritó a los demás –Por todas las rameras de Irlanda, el muchacho nos toma por escribanos-, la carcajada fue general –Apuntemos nuestra pluma a esos franceses que les quiero escribir una poesía- se burló otro, no merecí mayor atención así que comencé a buscar entre los cajones de los muebles que se podían ver y abrir, era consciente de que no podría demorar mi tarea en demasía, quizás uno de los soldados de la escotilla viniese a ver que hacía pues su misión era custodiar las entradas y salidas para evitar que los cobardes como yo escapasen del combate, pero aun así tenía la esperanza de que la descarga del Bucentaure aconteciese antes de que me enviasen de regreso a la cubierta.

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17 Especialistas de oficios navales, contramaestres, calafates, carpinteros, faroleros, patrones, etc.
18 Cada uno de los cañones que solían ponerse en las portas de la popa, que están en una y otra banda del timón.

9- El tintero

lunes, 22 de octubre de 2007

He de reconocer que estoy asustado, hasta ahora no había sentido miedo pero tampoco hasta ahora había visto quemarse vivo a un hombre y menos aún si eran una docena los que ardían y se arrojaban a la mar.

Quizás no deba escribir esto en el diario de combate pero espero que sus Señorías los Lores del Almirantazgo sepan disculparme, mi abuelo que fue soldado de las tropas del Rey siempre me repetía “evita la lucha siempre que puedas pero si has de luchar vence”, nunca le había dado importancia hasta este mismo momento, o vencemos o morimos, no parece existir un camino intermedio.

En este mismo instante la situación es relativamente tranquila, los artilleros recargan y en el Indomptable no se ve gran cosa, algunos gritos y el chisporrotear del fuego que por otra parte no es visible de no ser por la blanca humareda que emite el interior del navío. Lo más importante es que estamos maniobrando para no perder lo que queda de la proa del francés y volver a dispararle por su punto más indefenso.

El buque enemigo continúa tomando popa al viento y sigue con su lenta deriva, lo que nos obliga a alejarnos para maniobrar y evitar una colisión o un amarre.

-Francés por proa, en la amura de estribor- el grito de alerta ha sobresaltado a todos que seguíamos mirando al Indomptable como bajo un influjo hipnótico, todos los ojos miraron en la misma dirección.

-Dios nos ampare- dijo el señor Keaton –es el Bucentaure-

Una verdadera mole se nos echa encima, todos en la flota lo conocen por su reputación y saben que es el buque insignia de la escuadra francesa.

La estampa que presenta el Bucentaure es magnífica y aterradora, es ya el tercer navío de tres puentes al que nos enfrentamos solo que ahora nos encontramos entre dos de ellos de forma simultánea.

El señor Derrick se giró mirando al Capitán que se encontraba pensativo.

-Señor, ¿ordeno rumbo sur?

-Francamente señor Derrick, no lo sé-

-¡Señor!-

-Tenemos la ocasión de hundir al Indomptable, si le acertamos y en su situación su suerte podría estar echada-

-Pero el Bucentaure nos barrirá por la proa- repuso el señor Derrick.

-Ya lo sé, pero nuestra obligación es destruir al enemigo, si lo logramos serán ochenta cañones menos de los que preocuparse la flota, mantengan el rumbo-

-Señor-

-¡Mantengan el rumbo!, esa es la orden-

La situación es clara, el cazador se acaba de transformar en pieza a cobrar y solo la fortuna, nuevamente esa diosa esquiva puede favorecernos, eso y los dos navíos que al sur de nuestra posición ya destrozaron al Indomptable en auxilio del Hero.

-Vuestro nombre es Williams ¿verdad?-

He de reconocer que en esa momento estaba totalmente absorto escribiendo el presente diario y no prestaba atención a lo que sucedía a mi alrededor, así que al levantar la vista del libro vi como delante de mi, de pié, se encontraba el Capitán escoltado del Señor Rodskin.

-Señor, quiero decir, sí señor- dije aturdido por su presencia, era la primera vez que hablaba directamente con él y eso en la mar era tanto como hablar con Dios, pues el Capitán de un buque es el amo y señor del navío y de las vidas de los que lo tripulan.

Torpemente intenté levantarme, pues cuando tengo que escribir me siento donde buenamente puedo para garabatear con mayor comodidad y seguridad, algo que en medio de un combate no es nada sencillo como pueden sus Señorías comprender. El caso es que entre el miedo que dominaba a esas alturas mi cuerpo entero y la impresión de ver al Capitán ante mí, golpee el tintero de tal fortuna que buena parte de su contenido se vertió sobre el brillante calzado del Capitán. La verdad es que en ese instante hubiese preferido recibir un cañonazo y desaparecer de la cubierta, tal era mi estado de ánimo, pero el Capitán pareció adivinar lo que pensaba –Tranquilo marinero, has de temer más a los enemigos que a mi- dijo con expresión seria pero amable, -Espero que refleje con exactitud los acontecimientos del día de hoy, normalmente el diario no se cubre hasta después del combate pero creo acertado que termine la tarea del Sr. Scott-

-Sí señor, así lo haré-

-Perfecto Williams, ¿dispone de más tinta?-

Esa pregunta fue peor que si me clavasen un puñal por la espalda.

-Sí señor- mentí, solo me restaba lo poco que no se había derramado pero pensé que no era momento de mostrarme más torpe de lo que ya había sido.

-Pues utilícela para dejar constancia de esta jornada memorable, y pase lo que pase intente mantener a salvo el diario, ¿me ha comprendido señor Williams?-

¡Señor Williams!, me había llamado señor. Normalmente los oficiales trataban a la marinería con respeto pero utilizaban únicamente su apellido para dirigirse a ellos.
–Sí señor, lo defenderé con mi propia vida- dije en un arranque de pasión desmedida.

-Me conformo con que lo proteja como a su vida señor Williams- dicho esto se giró y comenzó a dar indicaciones a Rodskin que no acerté a escuchar y súbitamente miró en mi dirección y dijo –Williams, mejor derramar su tinta que su sangre, en el escritorio de mi camarote encontrará más tinta si la precisa- pero, ¿cómo lo había adivinado?

8- El camposanto

lunes, 15 de octubre de 2007

Todo lo que escribo es fruto de la memoria cercana pues los acontecimientos se suceden de forma rápida y no es fácil manejar la pluma y el tintero en estas condiciones, el presente y el pasado se entremezclan en el diario para formar un único instante intemporal, así que pido disculpas por las imprecisiones que este diario pueda presentar pero si algo es exacto como la salida y la puesta del sol es lo que a continuación paso a relatar.

Pasaron unos pocos minutos desde que el Capitán ordenase esperar y la cubierta se tornó silenciosa como un cementerio después del día de difuntos, el sonido de los cañones nos rodeaba por todas partes pero podíamos sentir el silencio entre nosotros.

El Indomptable, que a estas alturas se asemejaba a un barril gigante que flotase sobre la mar, se había acercado con pesadez a nuestra banda de estribor y todos los cañones esperaban la indicación final.

-Señor Derrick- dijo lentamente el Capitán, -Sí, señor- -Que abran fuego-.

-¡Señor Rodskin, fuego!-, -¡Fuego¡- grito el señor Rodskin y la pólvora de la voz de los contramaestres se extendió como un reguero sin fin. La explosión fue brutal y sucesiva, tal y como se unen los eslabones de una cadena se sucedían los disparos de las piezas por las cubiertas de popa a proa.

No tenía ni idea del sonido que hace la madera al desintegrarse. Cuando atacamos al Formidable el estruendo de los cañones que nos cercaban no nos permitió oír el crujido de la madera, ahora esta tomaba vida y el impacto continuo de nuestros cañonazos provocaba un ruido semejante al de una hoguera, unos chasquidos secos de una sonoridad profunda y de increíble fuerza, una nube de astillas y partículas se elevaba del buque francés en una imagen perenne, su proa era una amalgama de formas sin forma, una silueta sin bordes, había sido destruida hasta perder su sentido.

No pudiéndome reprimir dejé mis apuntes y le pregunté al señor Rodskin -¿Ese ruido…?-, -Son las bolas de nuestros cañones rebotando por el interior de las cubiertas-, era cierto, cada chasquido gigantesco era el rebote de nuestras balas por el interior, tras el cañonazo la bala tenía fuerza suficiente para penetrar en el casco y perforar la durísima cintura de madera del navío, pero ese esfuerzo le hacía perder buena parte de su empuje con lo que al encontrar un objeto en su camino, una cureña, un cañón, un mástil, rebotaba en él cambiando de dirección, se dirigía entonces contra las amuras, el techo o el suelo del puente de baterías y rebotaba nuevamente, con cada impacto una lluvia de astillas se desprendía en todas direcciones, afiladas agujas de madera que sesgaban las carnes y cosían las almas con puntadas certeras. La muerte se vestía de modista.

Cada bala cruzaba en un baile mortal el navío francés de proa a popa rebotando sin control hasta perder toda su fuerza y rodar suavemente junto a sus victimas destrozadas.

Los tres puentes del Indomptable fueron barridos por la mayor de las desgracias que un marino puede sufrir, una muerte lenta sin defensa posible. La imagen era desoladora, el humo y el polvo salían por las portañolas(15) al unísono, con seguridad se habían producido incendios en el interior pero el buque no parecía aún rendido. Era un gigante de ochenta cañones que se resistía a morir haciendo honor a su nombre, “El Indomable” tal y como antes había hecho su rival el Hero(16).

-¡Dios Santo!- una exclamación se elevó desde detrás de los presentes, el señor Jonas, uno de los cirujanos estaba allí con la boca entreabierta y con toda la sangre de su cuerpo que parecía alojarse ahora en su rostro.

-Doctor, ¿qué hace aquí?- el Señor Jonas se disponía a responder pero el Capitán no esperaba respuesta alguna –Regrese inmediatamente a su puesto, no quiero verlo más mientras dure la acción, su vida es más importante que todo el oro del mundo para nosotros-, -Capitán, solo quería ver que sucedía, llevamos mucho tiempo abajo escuchando cañonazos pero no hay ni un solo herido, solo un marinero que se ha quedado sordo de un oído con un cañonazo-, la irritación del Capitán se hizo patente –Inglaterra no le ha traído al infierno para que vea nada doctor, le ha traído para que salve vidas y si pierde la suya por ver que pasa no me sirve de nada, vuelva abajo inmediatamente o haré que lo bajen a la fuerza. ¡Soldado! Acompañe al doctor a su puesto-

Uno de los soldados que custodiaba la escotilla más cercana se acercó al doctor y este más rojo aún que antes se retiró con aire ofendido acompañado por su escolta forzosa.

-Señor Derrick, de orden de que se refuerce la custodia de las escotillas, la tripulación se está poniendo nerviosa, la sangre no fluye por las cubiertas y eso les da tiempo a pensar demasiado-

-Señor, eso no subirá la moral-

-Y tampoco la bajará señor Derrick, cuando nos alcancen, que lo harán, no quiero que cunda el pánico, quiero que se libere esta tensión contenida y si algunos intentan refugiarse en las cubiertas inferiores han de ser puestos en orden, quiero los mosquetes con bayoneta calada señor Derrick y lo quiero ahora.-

-Sí señor-

Entonces sucedió algo que nos encogió el alma a todos los presentes, entre las nubes de humo que salían por las portañolas del Indomptable comenzaron a asomarse cuerpos que se precipitaban al agua convertidos en teas ardientes.

Sus alaridos eran tan espantosos que muchos de los involuntarios espectadores de tan cruel escena palidecieron solo con oírlos, cualquiera de aquellos desgraciados podríamos haber sido nosotros, solo era cuestión de fortuna y justo en ese instante una explosión tan atroz como potente se abrió paso en el vacío, el sonido se situaba a nuestro noreste y solo podía señalar que otro buque había volado por los aires al ser alcanzada su Santabárbara.

En solo un instante se habían juntado dos muertes opuestas, la lenta y dolorosa del fuego y la inmediata e indolora de la explosión.

La mar era ya un camposanto inundado de agua y sangre a partes iguales.

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15 Cañonera, tronera.
16 “Heroe” en inglés.

7- La lucha y la paciencia

martes, 9 de octubre de 2007


-¡Ahora, fuego!- -¡Fuego!- repitió el contramaestre mientras el señor Derrick asistía asombrado a la escena, de forma inmediata una salvaje sacudida empujó al Repulse y el Indomptable crujió como si fuese un alarido lo que emitía. La andanada es perfecta barriendo al navío francés de proa a popa, las desgracias debieron de ser muchas y grandes ya que los daños se recibieron a la altura del guarda aguas(13) de proa. De forma inmediata desaparecieron el mascarón y buena parte del bauprés(14) se hizo astillas.

-Derrick, están derivando- -Si señor- respondió el oficial –nos acompañan Capitán- el Indomptable se asemejaba a una brújula que seguía a su norte sin moverse del sitio pero rotando en torno a su eje que era el Repulse, -¡Por San Jorge! que recarguen lo más rápido posible las baterías de estribor-

En las cubiertas inferiores y en la cubierta de baterías superior el trabajo tiene que ser rápido y preciso, desde nuestra posición no podemos observar los movimientos pero han pasado casi tres horas desde que comenzó la acción y no hemos sufrido daños, la moral es muy alta y el cansancio no parece hacerse notar. La distancia que nos separa del navío francés se acorta cada vez más y el tiempo se hace lento, en el castillo todos permanecemos en silencio, en la impaciencia el Capitán le da un puntapié a un cubo contra incendios derramando el agua por la cubierta, nadie dice nada, desde el Indomptable ni siquiera nos disparan con mosquetes, sus mástiles no existen y los infantes franceses no se atreven a asomarse por el castillo de proa sabedores de lo que les espera, una muerte segura.

-¡Listas las baterías señor Rodskin!- le dice uno de los contramaestres al viejo oficial, -Baterías preparadas señor Derrick- repite de forma suave, -Capitán, baterías listas para abrir fuego-

Según pasa el tiempo me es cada vez más difícil realizar las anotaciones en este diario de combate, mi cuerpo parece no responder a mis pensamientos y mis manos tiemblan como hojas en una tormenta. No es que tenga miedo, no, pero el ansia de entrar en combate es mucha y tras tanto tiempo en el mismo sin recibir una sola andanada del enemigo pese a estar en el centro de la acción no parece normal, quiera el buen Dios que sus designios nos sean favorables pero las sensaciones son preocupantes y veo como la tripulación comienza a tornar la euforia en desconfianza.

Somos como un río que no encontrase rocas en su camino al mar, todo es tan perfecto que quizás nos espere una cascada al final del viaje.

Dos marineros que se afanaban en preparar más cubos antiincendios comentaban entre si que el Capitán tenía un pacto con el mismísimo Leviatán, -ni un solo herido- se decían –tras casi cuatro horas de combate-. Un contramaestre que escuchó el comentario agarró al marino que estaba más cerca de él y le dijo mirando fijamente a los ojos –Vuelve a decir algo semejante del Capitán y te juro por todos los muertos de los mares que te desollaré vivo-

-¿Algún problema contramaestre?- dijo uno de los oficiales que contemplaba la escena pero no conocía el comentario.

-Ninguno señor- respondió el marinero que le sacaba una cabeza al contramaestre, -me quejaba del cansancio pero no volverá a suceder señor.-

Entre tanto el Capitán que parecía absorto en sus propios pensamientos miraba fijamente por la borda al Indomptable que nos mostraba sus desastres cada vez más cercanos.

-Capitán, baterías listas para abrir fuego- era la segunda vez que el señor Derrick le repetía al Capitán la disposición a abrir fuego, súbitamente este giró la cabeza y con una mueca parecida a una sonrisa le dijo al oficial –Los españoles tienen un dicho muy curioso “Vísteme despacio que tengo prisa”, ¿lo conoce?-

La cara del señor Derrick era un poema en si misma, no se lo que pasaba por su cabeza pero es fácil de imaginar, -Señor, es el momento de batirlos-

-Déjelos derivar un poco más, se nos echarán encima y los barreremos totalmente-

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13 Refuerzo de proa de la cubierta inferior con varias utilidades, rompedor contra el agua que se introducía por los escobenes del ancla y a la vez recinto para los animales vivos destinados a surtir de carne fresca a la oficialidad del buque.

14 Palo grueso, horizontal o algo inclinado, que en la proa o popa de los barcos sirve para asegurar los estayes del trinquete, orientar los foques y algunos otros usos.

6- La respuesta del Intrepide

miércoles, 3 de octubre de 2007

Mientras todo esto sucedía el Capitán no perdía un momento en valorar la situación del buque y los enemigos, su concentración era total pero ello no le impedía atender a todo aquel que reclamaba su atención.

-Señor Derrick, las baterías de babor atentas a mi orden- indicó el Capitán.
-¡Contramaestre, baterías de babor prestas a la orden!- Gritó el señor Derrick.
-¡Baterías de babor a la orden!- rugió el contramestre más cercano y una cascada de voces repitieron la orden por entre los puestos de combate de los puentes, era un magnífico dominó de voces sucediéndose en perfecto compás.

A escasa distancia se puede ver como el Intrépide se ha liberado y comienza a moverse de forma pesada pero segura, los daños que presenta son leves para lo que pudo haber sufrido y es un enemigo temible. -¡Fuego!- la orden del capitán es escueta pero contundente y el dominó de voces comenzó nuevamente su caída aunque esta vez su fuerza se vio apagada por el estruendo de los cañones, el barco tembló bajo el poder de la pólvora.

-Impacto señor, hemos alcanzado al Intrépide- -Buen disparo…- comenzó a decir el Capitán cuando los más de treinta cañones de estribor del Intrépide parecieron explotar al unísono mientras mostraban sus bocas a nuestro magnífico Repulse.

-Daños señor Derrick- el Capitán extendía las manos apremiando al primer oficial que de forma instintiva se asomaba por la borda –¿Nin… ninguno? Señor- y es cierto, el buque no se ha movido ni un ápice tras la descarga francesa, -Por Dios Santísimo, ¿cómo han errado a esta distancia?- se preguntaba el Capitán casi para si mismo cuando apareció el bueno del señor Rodskin con una gran sonrisa –Esa eterna manía de los franceses de apuntar a la jarcia, un golpe de mar y las que corren más riesgo son las gaviotas- dijo soltando una gran carcajada.

-Pues no les demos ocasión de ponerlas en peligro nuevamente- repuso el capitán.

Como perseguidos por el mismísimo diablo en persona una pleamar de marineros inundó las cubiertas y comenzaron a tomar los obenques, los oficiales dan órdenes de forma clara y concisa que se traducen en boca de los contramaestres en palabras gruesas impropias de este diario de combate urgiendo a los hombres a realizar su tarea, sin darnos cuenta estamos a punto de cortar la proa del Indomptable mientras oímos silbar en el aire una gran cantidad de proyectiles que se encaminan al francés, el Hero hace honor a su nombre y se defiende como un gato salvaje pero está en un momento crítico, al sureste dos de nuestros buques sueltan su infierno particular sobre el enemigo, los impactos son asombrosamente certeros, mayor(7), mesana(8) y trinquete(9) caen en una sucesión teatral dejando al otrora orgulloso Indomptable a merced de la mar en una deriva que solo les puede presagiar su muerte.

Desde nuestra posición el espectáculo es inolvidable, un horizonte de velas que de forma irreal comienzan a caer en todas direcciones. Los mástiles, recordando el momento en el que eran inmensos árboles, son talados de forma generosa por las andanadas brutales que nos disparamos unos a otros, la batalla comienza a ser ferozmente sangrienta y con cada mástil que cae un buen grupo de almas sube en sentido contrario. La niebla parece querer ocultar al mundo el infierno que han desatado los hombres de mar.

-Señor Derrick, las baterías de estribor atentas a mi orden- el rostro del Capitán denotaba una gran seriedad y urgencia, se movía de forma frenética dirigiéndose sin vacilar al castillo de popa, -¡Contramaestre, baterías de babor atentas a la orden!- Gritó el señor Derrick al que le costaba seguir al Capitán, -¡Baterías de babor a la orden!- se escuchó repetir de forma lejana.

El Capitán alcanzó el castillo(10) y tras asomarse por la amura(11) hizo algo asombroso, sin pensárselo dos veces se encaramó a una de las taquillas que albergan las banderas de señales(12) y en pie observó como el Indomptable frenaba suavemente tras perder todos sus mástiles, su figura se recortaba dócilmente contra la niebla que parecía el telón de fondo de un drama de teatro llevado a la realidad.

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7 El más alto del buque y que sostiene la vela principal.

8 Mástil que está más a popa en el buque de tres palos.

9 Palo de proa, en las embarcaciones que tienen más de uno.

10 Cubierta parcial que, en la misma sección, tienen algunos buques a la altura de la borda.

11 Parte de los costados del buque donde este empieza a estrecharse.

12 Grandes baúles herméticos dispuestos en popa que contienen todas las banderas de señales del buque.