14- La llamada del tambor

lunes, 26 de noviembre de 2007

-¡Dios es inglés!- gritaba un marino mientras se afanaba en posicionar la pieza que servía para la recarga.

-Quizás simplemente no le gusten las ranas(29) - respondía otro de sus camaradas.

Las carcajadas eran generales y la algarabía se dejaba escuchar por todos los puentes con innumerables gritos y hurras que sustituían el sonido de los cañonazos y las órdenes de los contramaestres y oficiales.

-¡Bouuumcentaure tendrán que llamarle ahora!- intervino un joven marino de forma ocurrente y una explosión de carcajadas inundó la sección donde se encontraba la pieza de la que formaba dotación.

Para que sus Señoría se puedan hacer una fidelísima imagen de lo acontecido preciso que todo esto sucedía en el alcázar he de decir, pues yo había subido por la escala para la 2ª batería por la zona de la cámara de oficiales, cruzando el entrepuente y la 1ª batería tan rápido que ni tiempo tuve para ver los daños que nos produjo el francés, en esas estaba cuando oí que desde la ricamente tallada balaustrada de la toldilla una voz se elevaba sobre el resto.

-¡Hombres del Repulse! Luchad ahora como leones y viviréis inmortales como dioses para siempre-

La figura era inconfundible, solo con su camisa y su negra escarapela de seda en el pecho bastaba, el Capitán se erguía como David ante Goliat, desafiante, arengando a sus tropas en una batalla desigual pero con la determinación de la victoria en sus ojos.

-¡Tres hurras por el Capitán!- Sonó desde una de las baterías que se encontraban en retirada(30) para proceder a su recarga.

-Hurra, hurra, hurra- respondió la tripulación en cubierta y un encarnado señor Rodskin que se dejó llevar por la pasión del momento, tal era el arrebato general que yo mismo casi derramo nuevamente la tinta de la que disponía al elevar el brazo para festejar el hurra, por fortuna el bonito zurcido de mi costado me recordó con presteza que era mejor no realizar ciertos movimientos.

Me encaminé entonces a la toldilla para recuperar mi posición al lado del verdadero mascarón del Repulse, nuestro Capitán, cuando un eufórico señor Rodskin me abrazó efusivo, sin miramientos y con más fuerza de la que aparentaba su edad.

-Muchacho, ¿has visto eso? Magnífico, que digo magnífico, majestuoso, sublime, lo mejor que han visto mis ojos desde que visité el burdel de Mademoiselle Fraîcheur en las Antillas-

-¡Señor Rodskin!- dije pasmado.

-Al diablo, mejor que el prostíbulo, aquella satisfacción me duró unos minutos, esta me durará el resto de mi vida- dijo fuera de si.

-¿Pero qué…?

-No muchacho, no me lo digas, ¿te lo has vuelto a perder?, por Dios Santísimo de los Altares. ¿Estás seguro de no haberte perdido tu propio parto?- Estaba completamente desbocado, era como un pura sangre que ha visto la meta y no responde ya a las riendas de sus galones –Perfecto, precioso como los pechos de una jovencita y contundente como una carronada(31) , virar, apuntar y mandarlos al infierno, así ha sido, esto lo recordarán durante mucho tiempo esos afeminados del otro lado del Canal-

Me di cuenta en ese instante que entre tanta algarabía no había mirado al Bucentaure, estaba feliz pero no sabía por qué, me giré y lo vi en la media distancia, entre la bruma, a simple vista no se apreciaba nada en particular, sus mástiles, velas y jarcias se mantenían orgullosas y apenas presentaba daños de consideración pero algo importante sucedía, los franceses corrían por la cubierta en dirección a la toldilla, eso era, nuestra andanada había impactado de lleno en el castillo de popa, en especial sobre la toldilla donde suelen estar los oficiales acompañando al capitán del buque y… ¡el Bucentaure!, ¡el Buque insignia de la flota francesa!, si el Almirante Villeneuve estaba en la toldilla podría haberse decidido la batalla.

Fijé mi vista en nuestro buque y descubrí un gran número de vigías mirando al francés, en las cofas los tiradores disponían por orden del capitán de un catalejo por cofa, este había sido convenientemente atado para evitar su pérdida y de esta forma escudriñar información en la distancia y transmitirla al corazón del buque.

–Algún día señores- dijo una vez el Capitán –los navíos tendrán una habitación donde se informará a los oficiales del combate y estos, todos juntos y en consejo, decidirán lo conveniente-

Súbitamente comenzaron los gritos desde lo alto, ininteligibles al principio poco a poco y no sin confusión comenzó a fluir la noticia, el Almirante francés era retirado en voladas por sus hombres, -¡Villeneuve ha caido!- gritaban los tiradores y según sus noticias un buen número de hombres con él.

-Capitán, ordenes del Glory, hay que emprender la caza del Bucentaure, nos indican que nos situemos a su popa y les sigamos- señaló el señor Derrick.

-Magnífico- dijo el capitán –veo que desde el Glory también han apreciado la fatalidad de Villeneuve, hemos de machacarlos sin piedad, se han separado del resto de su flota y es el momento de aprovechar nuestra superioridad, que todos los hombres se apresten para disparar y que se recupere el orden, no quiero oír más gritos que los de los heridos-

-Sí señor. Señor Rodskin, preparados para abrir fuego-

-Bien señor Derrick, ¡tambor y pífano toquen atención general!- de forma automática el retumbar del tamborilero y el pífano que le acompañaba, ambos con su impecable rojo uniforme de infantes, inundaron el buque.

-Toquen orden general- el sonido era impresionante, tapaba el estruendo de los cañones sobreponiéndose a ellos y los hombres reaccionaban con atención al siguiente toque.

-¡Toquen listos para abrir fuego!- y tocaron con toda la marcialidad que exigían las Reales Ordenanzas. El tambor batiente y el pífano sonaron como nunca antes habían sonado fruto de unos músicos firmes, de movimientos rápidos y seguros el tamborilero y estático e inalterable el pífano, serían digna Guardia Real en el palacio de Buckingham sin duda alguna.

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29 En inglés el término frog, “rana”, se utiliza desde el siglo XVIII de forma despectiva para referirse a los franceses como resultado de la abreviación de frog-eater, “come-ranas”, aprovechando la coincidencia sonora inicial de ambas palabras, frog y french, así como los gustos culinarios franceses.
30 Posición de las baterías retiradas de las troneras y portañolas, firmemente trincadas y fijadas para la navegación.
31 Pieza de artillería naval de gran calibre y corto alcance.

13- Muerte alrededor

lunes, 19 de noviembre de 2007

-¡En fila, silencio y orden!- gritaba el centinela, su brillante bayoneta calada no dejaba lugar a dudas, solo podían pasar a las cubiertas inferiores los heridos de consideración y aquellos que los trasladaban al sollado donde se había dispuesto el espacio destinado a heridos y difuntos.

-Tú, estás apto para combatir- rugió el centinela a un marinero visiblemente alterado que tenía una herida en un brazo que sangraba de forma moderada.

-Necesito ver al doctor, no puedo, yo, no puedo, necesito verlo- dijo con incoherencia.

-¡Regresa a tu puesto marinero!- le urgió el soldado empujándolo con su mosquete, ese fue el detonante.

-¡No puedo!- gritó –¡Moriremos todos como perros! Nos matarán a todos, el buque está perdido-

-¡Silencio perro! Vuelve a tu puesto- el empujón anterior se transformó ahora en un fuerte golpe con el mosquete, el soldado hizo girar su arma de tal forma que el culatazo en el bajo vientre del marinero lo obligó a doblarse de forma instantánea.

Uno de los marinos que observaba la escena y que portaba los restos destrozados de un cadáver los deposito en el suelo y agarró al marino con fuerza por un brazo.

-Tranquilízate, ¿qué quieres, que te maten?-

-¡Estúpidos, estúpidos todos! Ya estamos muertos, mira ese hombre, ¿te parece vivo?- dijo señalando a los restos que reposaban en el suelo semejantes a un torso rodeado de cintas que partían de su cintura, la realidad es que no disponía de piernas y solo los jirones de carne colgantes ocupaban el lugar de sus extremidades. –El juicio final ha llegado y solo la rendición nos salvará-

De un golpe certero se deshizo del hombre que le sujetaba y se abalanzó sobre el centinela, pero tarde, demasiado tarde, porque este ya le había atravesado con su arma. Todo su ímpetu solo sirvió para ensartarse aún más en la afilada bayoneta y perder las fuerzas tan rápido como el color de su cara se desvanecía en un gris mortal.

Una de sus botas empujó el cuerpo con la fuerza de la furia y el cadáver se desplazó con dificultad por la hoja liberando el mosquete. -¿Algún otro cobarde?-preguntó a los presentes.

El marino que había intentado evitar el fatal enfrentamiento se agachó para arrastrar el cadáver al sollado, pero el centinela fue tajante –Déjalo aquí a la entrada, no lo lleves con los demás, que todos vean como acaban los que intentan huir-

Cuando llegó mi turno la inspección del guarda fue rápida, un simple vistazo al jubón con un pequeño desgarro y encharcado en bermellón fue mi salvoconducto camino del sollado.

De mi recorrido hasta el lugar en el que se encontraban los cirujanos no puedo describir gran cosa, primero porque quizás este no sea el lugar adecuado y segundo porque apenas recuerdo nada, tal era mi estado de aturdimiento por la sangre perdida y la emoción de la herida. Solo recuerdo el profundo mareo que experimenté al ver las mesas dispuestas sobre las que se tumbaba a los desgraciados infelices que precisaban la asistencia de los cirujanos, dos grandes mesas en las que abundaba la sangre, sangre que manchaba el suelo convenientemente sembrado de arena. Entre ambos soportes de tortura un gran barril que al acercarse mostraba una horrenda realidad, manos, piernas, brazos y pies luchando por un poco de espacio en su ataúd cilíndrico.

La visión hizo que el mareo fuese incontrolable y el vómito irreprimible.

-Veamos esa herida marinero- me dijo el señor Jonás.

-Doctor, ¿he de morir hoy?- susurré en un arranque de desesperación mientras el médico inspeccionaba mi maltrecho costado.

-Pues no lo se muchacho, pero hay dos cosas claras, primero que el doctor no puede atenderte y te tienes que conformar con un simple cirujano(25) y segundo que si mueres hoy no será por esta herida-

-¿No es mortal?- Repliqué sorprendido.

-He visto hombres con cortes más serios al afeitarse muchacho, me temo que la mayor parte de la sangre de tu jubón es de otro desgraciado-

-Pero estoy herido-

-Sí, un hermoso desgarro de unas seis pulgadas(26) de longitud y poca profundidad, corte limpio, sangre clara y vida intacta, te coseré y podrás seguir con tu tarea-
Inmediatamente echó mano de una aguja curva que me pareció el anzuelo más grande que los mares habían visto jamás y enhebró un hilo de forma certera.

-Pense que…

-No, tranquilo, esto será rápido, tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
¡Ay! si me vieran las eminencias del Royal College of Surgeons.

-¡Ay!- grité, yo si tenía razones para la queja.

-¡Párdiez! Sí que sois delicado si no soportáis el dolor de una simple aguja, mirad, esos hombres que reposan sí que tienen motivos de queja, el barril lo atestigua-

En efecto, la mayor parte de los heridos que reposaban eran moribundos o amputados, los primeros no se quejaban por falta de fuerzas y los segundos solían estar en un profundo desmayo. Todo esto junto con la falta de luz natural, bajo el resplandor mortecino de los faroles y soportando un constante vaivén daba a la escena un ambiente sumamente tétrico y opresivo.

Unas punzadas después el remiendo estaba listo.

-Precioso, no has soltado ese libro ni un instante marinero, ¿se puede saber que es?-

-Nuestro diario de combate, señor Jonas- dije con cierto orgullo por la responsabilidad que ostentaba.

-Pues reincorpórate a tu puesto para contar con detalle lo que se hace en el Repulse, el siguiente- zanjó.

Rápidamente un ayudante de sanitario acercaba a la mesa a un hombre al que le faltaba un trozo de pié, mis ojos buscaban ya la salida con ansiedad de ese infierno cuando vi a mi joven antecesor en el cargo, el pequeño Andrew Scott que ahora ejercía de rapavelas(27) ayudando a los pastores en la triste tarea de reconfortar a los que ya no verán más la luz del día.

-¿Cómo estás Andrew?-

-Bien- dijo de forma escueta el niño.

-¿Hay muchos muertos?- pregunté con interés

-¿Quién sois, qué hacéis aquí y por qué no estáis cumpliendo con vuestro deber?- era uno de los pastores, el señor Stonehead, que me miraba como si fuese yo el mismísimo Satanás, sus manos empapadas en sangre sostenían una Biblia que en esa momento me parecía más amenazante que cualquier puñal que buscase mi pecho.

-Señor, soy Williams, encargado de la realización del diario de combate por el Capitán y estoy cumpliendo con mi obligación de informarme del número de fallecidos en la acción- dije con gran rapidez, sus ojos parecían chispear de furia.

-Bien Williams, pues apuntad ahí que los muertos son más de los que pueden entrar por las puertas del cielo ¡y fuera de mi camposanto!- Su tez era tan roja como la rosa de Inglaterra y eso a la lúgubre luz de las linternas de esa parte del sollado, a cielo abierto me temo que su rostro parecería estar al borde del síncope mortal.

Ni decir he que salí como corre un zorro delante de los perros, deshaciendo mis pasos de moribundo al sollado hallaba a cada poco recorrido las fuerzas que había perdido camino del cirujano.

En esas me encontraba cuando un súbito estruendo inundó el navío completamente, el talón(28) del buque se incrementó de forma perceptible en sentido contrario al de la andanada, instantes después los gritos de júbilo inundaban todos los puentes del Repulse.

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25 En los buques de línea se disponía normalmente de doctores y cirujanos, siendo los primeros oficiales de mayor rango.

26 Quince centímetros

27 Antiguo término despectivo para los monaguillos

28 Ángulo de inclinación de un buque.

12- Heridas sin dolor

lunes, 12 de noviembre de 2007

Como bien dije antes, un buque de Su Majestad es una máquina compleja y perfecta, un ingenio del genio magnífico y terrible.

Cuentan los libros, esos libros que pude leer en mi querida imprenta donde tantas horas pasé, que los barcos han cambiado mucho a lo largo de los tiempos, desde los bajeles de Ulises a las galeras del Cesar de Roma, estas máquinas de guerra se han transformado de forma profunda. No hay nada en el mundo tan poderoso, ni existirá jamás si se me permite decirlo, como un navío de línea.

Castillos sin piedras, torres sin almenas, murallas de madera.

Inglaterra se protege tras estos muros móviles erizados de cañones prestos a destruir a quien ose despertar el sueño de la diosa Britannia. Terrible será la cólera de la deidad para quien quiera someter a sus hijos y más terrible es la realidad de sangre, fuego y pólvora que siembran estas fortalezas en los mares del mundo.

Dice la leyenda que Toosa fue una muy poderosa ninfa marina, una mujer sirena de gran belleza dotada de una cola plateada de brillantes escamas de pez en lugar de piernas. Su beldad solo era igualada por su poder, pues era la diosa de las peligrosas corrientes marinas. Todos los hombres la deseaban, poseerla era un fin en sí mismo y a la vez el fin mismo, solo un Dios más poderoso que ella podría amarla y gozarla, y así, solo el mismísimo Poseidón dueño, amo y señor de todos los mares y criaturas que en él habitan yació en su lecho para engendrar al cíclope Polifemo. Y como sucedió con la sirena pocos podrán poseer a Britannia, ni el león castellano ni el águila gala fecundarán jamás la tierra fértil de Albión.

El tiempo ha pasado lento desde que dio comienzo la acción y los acontecimientos cercanos como nuestro encuentro con el Formidable parecen ya recuerdos borrosos de un pasado añorado, el cansancio se acentúa con el hambre y este se hace presente pese a que el desayuno de hoy ha sido copioso para lo que suele ser habitual en nuestro día a día. Por orden del capitán y según consejo del cirujano mayor, el de mayor antigüedad se entiende, se nos incrementó la ración según me explicaron a causa de las enormes colas producidas en los beques(20), un tercio más de galletas por hombre para evitar las indisposiciones de vientre frecuentes en los últimos días, carne curada abundante para darnos energías suficientes por las pérdidas producidas en los males del estómago y ración larga de grog con la que calentar la sangre y animar el espíritu decaído de los enfermos.

La realidad es que las galletas son arena a esta altura de nuestro viaje por efecto de los numerosos gorgojos y la carne produce fuerte dolor de muelas, tal es su estado de dureza y sequedad que los más viejos y desdentados la cortan y machacan para mezclarla con el ron y así poder tomarla, solo el grog(21) sirve para aligerar nuestras penas sumiendo a la tripulación en esa magnifica sensación del grogui(22).

Mientras escribo estas líneas la tripulación se afana en despejar las cubiertas trasladando a los heridos más graves y apartando los cadáveres para que no interrumpan el trabajo de los vivos. Realmente es una tarea penosa y me alegro de no tener que presenciarla.

El buque ha virado con brusquedad crujiendo los mástiles como no habían hecho hasta ahora, no hay mucho viento pero se ha metido gran timón y por un instante he pensado que el capitán tenía la intención de hacernos navegar con el viento en popa cerrada(23) para ganar en velocidad al Barfleur y darle caza, pero está claro que he errado, navegamos al sur y aprestamos nuestras púas para herir al enemigo por babor.

La oficialidad tiene un aspecto curioso al haber sido despojada de sus elegantes vestiduras, resulta llamativo ver a los oficiales que se acercan a la posición del capitán desde las cubiertas inferiores echar mano a su cabeza para descubrirse ante él cuando en realidad no lucen sus vistosas galas. Eso unido a las escarapelas negras(24) prendidas en las camisas dan una imagen irreal de la oficialidad semejantes a caballeros doblemente duelistas, duelistas por un difunto y duelistas en fina camisa blanca para limpiar una afrenta sufrida o infligida.

Cuando el señor Rodskin me preguntó si me encontraba bien le respondí que –Nervioso pero sin miedo señor Rodskin-. Pude apreciar en él una sombra de sorpresa que no entendí, no había sido el mejor de los marinos del Repulse pero había cumplido con la tarea encomendada sobreponiéndome a mis miedos hasta ese instante y por mi edad era normal que me sintiese nervioso, ¿a santo de qué esa cara de incredulidad? Pensé ofendido.

-Muchacho, estás sangrando en abundancia y será mejor que acudas a ver al cirujano para que te revisen-

¿Qué estaba sangrando? ¿Pero cómo? Al mirar mi costado izquierdo pude ver como una gran mancha roja empapaba mi jubón y de forma inmediata un dolor agudo me cortó la piel como si de un cuchillo se tratase.

-Williams, ¿os encontráis bien? Habéis perdido el color para quedaros blanco como una gaviota –

¡Para gaviotas estaba yo! –Sí, no os preocupéis, es que he sentido el dolor de la sangre- dije intentando bromear.

Mientras la acción permanecía en un compás de espera para mi era el momento de ir a ver a los cirujanos.

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20 Letrinas del buque, descubiertas y al aire libre, situadas en la proa para la marinería.
21 Bebida caliente hecha con ron u otro licor, agua, azúcar y limón.
22 De la palabra inglesa “groggy”, efecto de la ligera ebriedad producida por el consumo moderado del grog.
23 Navegar de modo que la dirección del viento forme con la del viento el ángulo mayor posible (180º).
24 Las tripulaciones de los buques de la Royal Navy lucían en combate escarapelas de color negro para distinguirse del enemigo en caso de abordaje, cada nación solía utilizar escarapelas de un mismo color en todos sus barcos.

11- Sangre y muerte

martes, 6 de noviembre de 2007

Fue como si un temblor nos empujara con fuerza sobrehumana, un golpe seco seguido de un ruido sordo y profundo, todo cambió en un instante y el miedo se evaporó convirtiéndose en excitación pura.

Tras el fuerte golpe se comenzaron a oír los lamentos, ecos apagados por la distancia de nuestra posición en popa y los truenos del metal que nos rodeaban.

-¡Corre chico, escribe lo que pasa y no pierdas detalle, Inglaterra tiene que saber como luchan sus hijos!- me gritó un viejo marino que servía una de las piezas en la cámara del Capitán y esas palabras fueron para mi como el viento de invierno, un viento tan frío que corta las carnes y te recuerda que estás vivo, ¿qué hacía yo huyendo del peligro en los dominios de la muerte? La única forma de huir es vencer y no esconderse detrás de un tintero.

Con rapidez desconocida para mi, corrí hasta alcanzar la cubierta pasando entre los soldados que montaban guardia como la luz pasa por el ojo de una cerradura, tenía el tintero del Capitán, el diario, la pluma y la determinación de acabar con los franceses aunque fuese ahogándolos en tinta.

-¡Marinero!- me gritaron a mi espalda, era Jack Black, uno de los calafates(19) del buque con el que había trabado cierta amistad, -¿Es que nadie te ha dicho que no se puede estar en cubierta desarmado en medio de un combate?-

-Sí, pero no he tenido tiempo, Jack- le expliqué.

-Déjate de tantas prisas o conseguirás que te maten y tendrás por fin todo el tiempo del mundo- me dijo mientras alargaba su brazo entregándome un cuchillo de considerables dimensiones –Usa mi mondadientes y que no te maten, quiero recuperarlo- dicho lo cual se introdujo por la escotilla.

Me acerqué entonces a la posición del Capitán justo cuando recibía el informe de los daños, los rostros eran circunspectos, algo había ido rematadamente mal pero se mantenía la prudencia en las palabras.

-Ha sido por culpa de la andanada del Bucentaure señor, justo en el mismo instante el buque ha cabeceado-

-No puede volver a suceder, hemos perdido una ocasión que quizás no se vuelva a presentar. Señor Derrick, ¿daños?-

-De cierta consideración señor, nos han barrido todos los puentes pero por fortuna no hay daños críticos, los mástiles están intactos, se han centrado en el casco y hemos de dar gracias a que la distancia no se ha acortado más, pudo haber sido devastador-

-¿La tripulación?-

-Me han informado de que hemos perdido a más del centenar de hombres entre muertos y heridos- Un rápido gesto de abatimiento cruzó el rostro del oficial.

-¿Las piezas?-

-Doce piezas dañadas de diversa consideración, ya se trabaja para recuperar todas las que sea posible-

-Y todo eso para nada, maldita sea. Hemos de dañar ahora al Bucentaure, que todos se apresten para abrir fuego lo antes posible por la banda de babor, con suerte lo alcanzaremos por su popa, no creo que intente cruzar entre el Malta y el Glory así que virará rumbo este para evitarlos, nosotros lo haremos rumbo sur y podremos batirlos sin peligro–

-Sí señor- Respondió el señor Derrick

-Y señor Derrick- repuso el Capitán

-¿Sí, señor?

-Debí haberle hecho caso cuando me aconsejó virar al sur para evitar el barrido del Bucentaure, será usted un buen capitán-

El halago cogió desprevenido al oficial que atinó a responder –Hizo lo correcto señor, pero no siempre lo correcto resulta ser lo más acertado-

-Ni lo más prudente pero recuerde siempre una cosa, las guerras se ganan con prudencia, las batallas con arrojo-

Estaba claro que en mi estancia en la cámara del Capitán me había perdido algún acontecimiento importante, ¿pero qué?

-Disculpe señor Rodskin, ¿por qué dice el Capitán que hemos perdido una ocasión que quizás no se nos vuelva a presentar?- era la segunda vez que me dirigía al señor Rodskin para preguntarle algo referente al combate, se había transformado en mi Cicerón del la refriega, pero el señor Rodskin me miró perplejo esta vez, como preguntándose de donde salía yo haciendo ese tipo de preguntas estúpidas.

-¿Donde estabas muchacho?-

-Es para el diario de combate señor- dije tratando de evitar la pregunta sobre mi falta.

-Se refiere a que hemos abierto fuego contra el Indomptable justo después de que el Bucentaure nos alcanzase, el navío ha cabeceado con fuerza y al disparar nuestras baterías hemos sacado del agua a los peces-

Parecía increíble pero era cierto, hasta ese momento todo era perfecto, habíamos barrido a nuestros enemigos sin dificultad aparente y en cuestión de segundos todo había cambiado de sino, fallábamos una andanada a quema ropa contra un enemigo entregado a su destino y perecían un gran número de nuestros hombres a manos del enemigo.

Los tiradores del Bucentaure no perdían el tiempo, una lluvia metálica empezó a caer sobre las cubiertas, los hombres se resguardaban donde podían y nuestros infantes respondían al fuego enemigo. Un marino se desplomó a mi lado golpeándome en el costado, de su cuello brotaba sangre oscura y abundante como de una barrica a la que se le quita el tapón por donde se escapa la vida. El golpe fue tan fuerte que se me adormeció el brazo.

La sangre ya empapaba la arena de las cubiertas del HMS Repulse y era mi propia sangre sin saberlo.

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19 Carpinteros de ribera.