15- Tiro de gracia

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Con franqueza, el tiempo que uno pasa al servicio del Rey resulta ser el más duro y añorado de todos los que vive el hombre, la dureza del servicio de armas se ve compensado por la juventud, las aventuras y las mujeres que uno tiene, vive y disfruta respectivamente, pero todo ello tiene un alto precio, el de la vida de aquellos que se pierden en combate.

Nuestro encuentro con el Bucentaure ha sido desigual, nosotros hemos sufrido grandes daños en vidas mientras que ellos apenas han recibido una andanada lejana pero, ¡como es la vida y la fortuna!, nuestro impacto ha alcanzado la toldilla enemiga despedazando a la oficialidad francesa, Villeneuve, al que dimos por mal herido o por perdido ha regresado a su puesto de mando, eso sí, ayudado por dos asistentes y vemos como prosigue dando órdenes haciendo virar a su enorme y poderoso navío rumbo al sur, por fortuna eso nos aleja de la flota enemiga y hace que tenga que enfrentarse al Repulse, el Glory y el Malta de forma simultánea.

-Más tensión en las velas, tenemos que situarnos a su proa- el Capitán sabía que era el momento que podía decidirlo todo, teníamos al Almirante en Jefe de la flota combinada a nuestra merced y su pérdida podría ser decisiva.

-Capitán, colisionaremos con ellos- Apuntó con firmeza el señor Derrick – deberíamos situarnos a su estribor y cañonearlos-

-No señor Derrick, si hacemos eso perderemos la ocasión de batirlos a cortísima distancia, si conseguimos dispararles por proa aunque no los barramos les haremos gran desgaste, el Malta los alcanzará por estribor y el Glory seguirá nuestros pasos por proa, tras eso se verá encerrado combatiendo a dos bandas y lejos de su flota-

En la cabeza del Capitán todo parecía claro, para él no existía la niebla que aún nos envolvía y su convicción era tal que nadie osó a rebatir sus argumentos.

-¡Los infantes a babor! ¡En línea!-

Las órdenes se sucedían y una fina línea de uniformes rojos cubría todo el flanco del navío dispuestos a realizar una descarga mortal sobre el Bucentaure.

La estampa del coloso buque se agrandaba más y más y la colisión parecía inevitable, ellos rumbo sur, nosotros sureste, como dos hojas de la tijera que se cruzan, ese era nuestro destino.

-¡Rodskin, ahora, fuego!- gritó el capitán, pero la orden no se repitió, el viejo oficial se había ganado el descanso final y reposaba en la cubierta con un orificio en su frente, tranquilo y orgulloso.

-¡Rodskin!- exclamó el Capitán.

Sobre la rostro del infortunado marino un hilo de sangre serpenteaba entre las arrugas fruto de los años de mar y vida mientras sus ojos grises miraban al infinito cielo cubierto de su manto de niebla.

El Capitán se agachó y con gran delicadeza limpió con su mano la sangre que manchaba aquel rostro sereno, el silencio más absoluto se había hecho en la toldilla, ninguno de los presentes articuló sonido alguno ni fue capaz de moverse, hombres de cera en cubierta de muerte, ni siquiera el fuego de mosquetes franceses nos sacó de aquel trance colectivo y trágico hasta que una voz fuerte pero rota resonó en nuestros atormentados oídos.

-¡Fuego!- chilló el señor Derrick con voz totalmente desgarrada, se mostraba fuertemente emocionado por la visión del cadáver de su compañero del cual ocupaba ahora su función con profunda pena y dolor.

Atronó el Repulse y una nube de pólvora inundó nuestras cubiertas siguiendo el fresco viento del noroeste, los mosqueteros soltaron su carga de forma ordenada y los franceses devolvían el fuego desde su arboladura, el navío enemigo nos mostró sus miserias al desaparecer la clara pólvora del aire, estaba tan cerca que casi lo podríamos tocar.

Gran número de agujeros se abrían como nuevas troneras improvisadas por la amura de estribor francesa mientras su proa nos descubría amplios impactos de todo tipo, madera desgarrada que formaba enormes cicatrices en la piel noble del coloso de los mares.

Con gran rapidez el Repulse surcó las aguas que esperaban al insignia francés hasta colocarse por delante del mismo ofreciéndole su costado de estribor en un rápido viraje. Todos los artilleros se afanaban en la recarga de las baterías solo que el baile de hombres se producía ahora en la otra banda del buque, de la misma forma la línea roja de infantes se deshizo como una marca en la arena de la playa borrada por la marea, recomponiéndose en la banda opuesta con su cadencia fija de muerte y plomo.

-¡Derrick, listos para abrir fuego!-

-Señor, los hombres aún recargan las piezas-

-Pues que se den prisa, hemos de aprovechar estos instantes, sobre todo hay que evitar que nos amarren y aborden, estaríamos perdidos salvo que otro de nuestros buques nos asistiese-

Justo en ese instante la explosión sonó como un gran golpe de tambor, la arboladura del Bucentaure vibró en el aire y todo pareció oscilar en él, con toda seguridad el Malta le había alcanzado con fiereza y sucedió lo inevitable.

La bandera imperial de Francia, inmensa y rasgada por todas partes, lucia enormemente bella bailando al viento, el Almirante Villeneuve parecía ser consciente de la gravedad de su situación y lo alcanzamos a ver en su buque.

Su hermoso bicornio lo delataba entre el resto de sus hombres y oficiales, una mano en el fastuoso sobrero lo elevó sobre su cabeza para observar mejor los daños en la jarcia y nunca más volvió a ver nada.

Un tiro certero y el mundo se detiene, así de fácil y de terrible, la muerte escueta y segura, transportada en viaje invisible por la bala de un mosquetero del Repulse había llegado a su destinatario, gritos y desconcierto en un buque, algarabía y júbilo en otro.

-¡Ha caído señor Derrick, ha caído!- le grité al primer oficial que no daba crédito a lo que veíamos, el Capitán tenía sus dos manos en la cabeza y no expresaba emoción alguna.

-¡Ojalá el señor Rodskin viese esto!- exclamé al aire mientras retomaba mis apuntes en el diario, -Esto señor Rodskin no me lo he perdido- dije sin que nadie pareciese hacerme caso.

No se disparó más, la insignia napoleónica descendió casi de inmediato y los banderines de señales subieron en los mástiles franceses, “huida y dispersión” era la orden a su flota, el Bucentaure, la pieza cobrada entregada a nuestros pies.

Lentamente los disparos se espaciaban en la distancia y la mar reclamaba a sus hijos muertos, espectáculo dantesco de maderas amputadas y miembros humanos serrados, pues buques y hombres serían uno para siempre.

Los incendios resplandecían en la “Costa de la Muerte ”(32) y los cañones fueron sustituidos paulatinamente por los gritos desgarradores, la muerte viajaba rápida y sin descanso de un buque a otro. La bandera de Francia fue arriada y sustituida por tela alba, impoluta, demasiado blanca para lucir en el charco de sangre que era la mar, la del enemigo, perfectamente doblada y custodiada por dos infantes pasó a reposar en la cámara del Capitán junto con el sable y el bicornio del infortunado Almirante.

Los hombres, esos héroes olvidados como tantos otros con el paso de los aconteceres y la historia, sin distinción de banderas, reciben cristiana sepultura donde les corresponde, bajo las aguas de la mar océana junto con las balas que sirvieron para cortar sus ilusiones y deseos futuros.

Todo vuelve a la calma, nuevos mares, nuevos buques, nuevas batallas por llegar.

El H.M.S. Repulse había cumplido con su deber y yo con el mío. Que el Señor nos perdone a todos.

¡Dios salve al Rey!

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32 “A Costa da Morte”, nombre tradicional que corresponde a parte de las Rías Altas gallegas, lugar de la Batalla.

14- La llamada del tambor

lunes, 26 de noviembre de 2007

-¡Dios es inglés!- gritaba un marino mientras se afanaba en posicionar la pieza que servía para la recarga.

-Quizás simplemente no le gusten las ranas(29) - respondía otro de sus camaradas.

Las carcajadas eran generales y la algarabía se dejaba escuchar por todos los puentes con innumerables gritos y hurras que sustituían el sonido de los cañonazos y las órdenes de los contramaestres y oficiales.

-¡Bouuumcentaure tendrán que llamarle ahora!- intervino un joven marino de forma ocurrente y una explosión de carcajadas inundó la sección donde se encontraba la pieza de la que formaba dotación.

Para que sus Señoría se puedan hacer una fidelísima imagen de lo acontecido preciso que todo esto sucedía en el alcázar he de decir, pues yo había subido por la escala para la 2ª batería por la zona de la cámara de oficiales, cruzando el entrepuente y la 1ª batería tan rápido que ni tiempo tuve para ver los daños que nos produjo el francés, en esas estaba cuando oí que desde la ricamente tallada balaustrada de la toldilla una voz se elevaba sobre el resto.

-¡Hombres del Repulse! Luchad ahora como leones y viviréis inmortales como dioses para siempre-

La figura era inconfundible, solo con su camisa y su negra escarapela de seda en el pecho bastaba, el Capitán se erguía como David ante Goliat, desafiante, arengando a sus tropas en una batalla desigual pero con la determinación de la victoria en sus ojos.

-¡Tres hurras por el Capitán!- Sonó desde una de las baterías que se encontraban en retirada(30) para proceder a su recarga.

-Hurra, hurra, hurra- respondió la tripulación en cubierta y un encarnado señor Rodskin que se dejó llevar por la pasión del momento, tal era el arrebato general que yo mismo casi derramo nuevamente la tinta de la que disponía al elevar el brazo para festejar el hurra, por fortuna el bonito zurcido de mi costado me recordó con presteza que era mejor no realizar ciertos movimientos.

Me encaminé entonces a la toldilla para recuperar mi posición al lado del verdadero mascarón del Repulse, nuestro Capitán, cuando un eufórico señor Rodskin me abrazó efusivo, sin miramientos y con más fuerza de la que aparentaba su edad.

-Muchacho, ¿has visto eso? Magnífico, que digo magnífico, majestuoso, sublime, lo mejor que han visto mis ojos desde que visité el burdel de Mademoiselle Fraîcheur en las Antillas-

-¡Señor Rodskin!- dije pasmado.

-Al diablo, mejor que el prostíbulo, aquella satisfacción me duró unos minutos, esta me durará el resto de mi vida- dijo fuera de si.

-¿Pero qué…?

-No muchacho, no me lo digas, ¿te lo has vuelto a perder?, por Dios Santísimo de los Altares. ¿Estás seguro de no haberte perdido tu propio parto?- Estaba completamente desbocado, era como un pura sangre que ha visto la meta y no responde ya a las riendas de sus galones –Perfecto, precioso como los pechos de una jovencita y contundente como una carronada(31) , virar, apuntar y mandarlos al infierno, así ha sido, esto lo recordarán durante mucho tiempo esos afeminados del otro lado del Canal-

Me di cuenta en ese instante que entre tanta algarabía no había mirado al Bucentaure, estaba feliz pero no sabía por qué, me giré y lo vi en la media distancia, entre la bruma, a simple vista no se apreciaba nada en particular, sus mástiles, velas y jarcias se mantenían orgullosas y apenas presentaba daños de consideración pero algo importante sucedía, los franceses corrían por la cubierta en dirección a la toldilla, eso era, nuestra andanada había impactado de lleno en el castillo de popa, en especial sobre la toldilla donde suelen estar los oficiales acompañando al capitán del buque y… ¡el Bucentaure!, ¡el Buque insignia de la flota francesa!, si el Almirante Villeneuve estaba en la toldilla podría haberse decidido la batalla.

Fijé mi vista en nuestro buque y descubrí un gran número de vigías mirando al francés, en las cofas los tiradores disponían por orden del capitán de un catalejo por cofa, este había sido convenientemente atado para evitar su pérdida y de esta forma escudriñar información en la distancia y transmitirla al corazón del buque.

–Algún día señores- dijo una vez el Capitán –los navíos tendrán una habitación donde se informará a los oficiales del combate y estos, todos juntos y en consejo, decidirán lo conveniente-

Súbitamente comenzaron los gritos desde lo alto, ininteligibles al principio poco a poco y no sin confusión comenzó a fluir la noticia, el Almirante francés era retirado en voladas por sus hombres, -¡Villeneuve ha caido!- gritaban los tiradores y según sus noticias un buen número de hombres con él.

-Capitán, ordenes del Glory, hay que emprender la caza del Bucentaure, nos indican que nos situemos a su popa y les sigamos- señaló el señor Derrick.

-Magnífico- dijo el capitán –veo que desde el Glory también han apreciado la fatalidad de Villeneuve, hemos de machacarlos sin piedad, se han separado del resto de su flota y es el momento de aprovechar nuestra superioridad, que todos los hombres se apresten para disparar y que se recupere el orden, no quiero oír más gritos que los de los heridos-

-Sí señor. Señor Rodskin, preparados para abrir fuego-

-Bien señor Derrick, ¡tambor y pífano toquen atención general!- de forma automática el retumbar del tamborilero y el pífano que le acompañaba, ambos con su impecable rojo uniforme de infantes, inundaron el buque.

-Toquen orden general- el sonido era impresionante, tapaba el estruendo de los cañones sobreponiéndose a ellos y los hombres reaccionaban con atención al siguiente toque.

-¡Toquen listos para abrir fuego!- y tocaron con toda la marcialidad que exigían las Reales Ordenanzas. El tambor batiente y el pífano sonaron como nunca antes habían sonado fruto de unos músicos firmes, de movimientos rápidos y seguros el tamborilero y estático e inalterable el pífano, serían digna Guardia Real en el palacio de Buckingham sin duda alguna.

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29 En inglés el término frog, “rana”, se utiliza desde el siglo XVIII de forma despectiva para referirse a los franceses como resultado de la abreviación de frog-eater, “come-ranas”, aprovechando la coincidencia sonora inicial de ambas palabras, frog y french, así como los gustos culinarios franceses.
30 Posición de las baterías retiradas de las troneras y portañolas, firmemente trincadas y fijadas para la navegación.
31 Pieza de artillería naval de gran calibre y corto alcance.

13- Muerte alrededor

lunes, 19 de noviembre de 2007

-¡En fila, silencio y orden!- gritaba el centinela, su brillante bayoneta calada no dejaba lugar a dudas, solo podían pasar a las cubiertas inferiores los heridos de consideración y aquellos que los trasladaban al sollado donde se había dispuesto el espacio destinado a heridos y difuntos.

-Tú, estás apto para combatir- rugió el centinela a un marinero visiblemente alterado que tenía una herida en un brazo que sangraba de forma moderada.

-Necesito ver al doctor, no puedo, yo, no puedo, necesito verlo- dijo con incoherencia.

-¡Regresa a tu puesto marinero!- le urgió el soldado empujándolo con su mosquete, ese fue el detonante.

-¡No puedo!- gritó –¡Moriremos todos como perros! Nos matarán a todos, el buque está perdido-

-¡Silencio perro! Vuelve a tu puesto- el empujón anterior se transformó ahora en un fuerte golpe con el mosquete, el soldado hizo girar su arma de tal forma que el culatazo en el bajo vientre del marinero lo obligó a doblarse de forma instantánea.

Uno de los marinos que observaba la escena y que portaba los restos destrozados de un cadáver los deposito en el suelo y agarró al marino con fuerza por un brazo.

-Tranquilízate, ¿qué quieres, que te maten?-

-¡Estúpidos, estúpidos todos! Ya estamos muertos, mira ese hombre, ¿te parece vivo?- dijo señalando a los restos que reposaban en el suelo semejantes a un torso rodeado de cintas que partían de su cintura, la realidad es que no disponía de piernas y solo los jirones de carne colgantes ocupaban el lugar de sus extremidades. –El juicio final ha llegado y solo la rendición nos salvará-

De un golpe certero se deshizo del hombre que le sujetaba y se abalanzó sobre el centinela, pero tarde, demasiado tarde, porque este ya le había atravesado con su arma. Todo su ímpetu solo sirvió para ensartarse aún más en la afilada bayoneta y perder las fuerzas tan rápido como el color de su cara se desvanecía en un gris mortal.

Una de sus botas empujó el cuerpo con la fuerza de la furia y el cadáver se desplazó con dificultad por la hoja liberando el mosquete. -¿Algún otro cobarde?-preguntó a los presentes.

El marino que había intentado evitar el fatal enfrentamiento se agachó para arrastrar el cadáver al sollado, pero el centinela fue tajante –Déjalo aquí a la entrada, no lo lleves con los demás, que todos vean como acaban los que intentan huir-

Cuando llegó mi turno la inspección del guarda fue rápida, un simple vistazo al jubón con un pequeño desgarro y encharcado en bermellón fue mi salvoconducto camino del sollado.

De mi recorrido hasta el lugar en el que se encontraban los cirujanos no puedo describir gran cosa, primero porque quizás este no sea el lugar adecuado y segundo porque apenas recuerdo nada, tal era mi estado de aturdimiento por la sangre perdida y la emoción de la herida. Solo recuerdo el profundo mareo que experimenté al ver las mesas dispuestas sobre las que se tumbaba a los desgraciados infelices que precisaban la asistencia de los cirujanos, dos grandes mesas en las que abundaba la sangre, sangre que manchaba el suelo convenientemente sembrado de arena. Entre ambos soportes de tortura un gran barril que al acercarse mostraba una horrenda realidad, manos, piernas, brazos y pies luchando por un poco de espacio en su ataúd cilíndrico.

La visión hizo que el mareo fuese incontrolable y el vómito irreprimible.

-Veamos esa herida marinero- me dijo el señor Jonás.

-Doctor, ¿he de morir hoy?- susurré en un arranque de desesperación mientras el médico inspeccionaba mi maltrecho costado.

-Pues no lo se muchacho, pero hay dos cosas claras, primero que el doctor no puede atenderte y te tienes que conformar con un simple cirujano(25) y segundo que si mueres hoy no será por esta herida-

-¿No es mortal?- Repliqué sorprendido.

-He visto hombres con cortes más serios al afeitarse muchacho, me temo que la mayor parte de la sangre de tu jubón es de otro desgraciado-

-Pero estoy herido-

-Sí, un hermoso desgarro de unas seis pulgadas(26) de longitud y poca profundidad, corte limpio, sangre clara y vida intacta, te coseré y podrás seguir con tu tarea-
Inmediatamente echó mano de una aguja curva que me pareció el anzuelo más grande que los mares habían visto jamás y enhebró un hilo de forma certera.

-Pense que…

-No, tranquilo, esto será rápido, tengo cosas más importantes de las que ocuparme.
¡Ay! si me vieran las eminencias del Royal College of Surgeons.

-¡Ay!- grité, yo si tenía razones para la queja.

-¡Párdiez! Sí que sois delicado si no soportáis el dolor de una simple aguja, mirad, esos hombres que reposan sí que tienen motivos de queja, el barril lo atestigua-

En efecto, la mayor parte de los heridos que reposaban eran moribundos o amputados, los primeros no se quejaban por falta de fuerzas y los segundos solían estar en un profundo desmayo. Todo esto junto con la falta de luz natural, bajo el resplandor mortecino de los faroles y soportando un constante vaivén daba a la escena un ambiente sumamente tétrico y opresivo.

Unas punzadas después el remiendo estaba listo.

-Precioso, no has soltado ese libro ni un instante marinero, ¿se puede saber que es?-

-Nuestro diario de combate, señor Jonas- dije con cierto orgullo por la responsabilidad que ostentaba.

-Pues reincorpórate a tu puesto para contar con detalle lo que se hace en el Repulse, el siguiente- zanjó.

Rápidamente un ayudante de sanitario acercaba a la mesa a un hombre al que le faltaba un trozo de pié, mis ojos buscaban ya la salida con ansiedad de ese infierno cuando vi a mi joven antecesor en el cargo, el pequeño Andrew Scott que ahora ejercía de rapavelas(27) ayudando a los pastores en la triste tarea de reconfortar a los que ya no verán más la luz del día.

-¿Cómo estás Andrew?-

-Bien- dijo de forma escueta el niño.

-¿Hay muchos muertos?- pregunté con interés

-¿Quién sois, qué hacéis aquí y por qué no estáis cumpliendo con vuestro deber?- era uno de los pastores, el señor Stonehead, que me miraba como si fuese yo el mismísimo Satanás, sus manos empapadas en sangre sostenían una Biblia que en esa momento me parecía más amenazante que cualquier puñal que buscase mi pecho.

-Señor, soy Williams, encargado de la realización del diario de combate por el Capitán y estoy cumpliendo con mi obligación de informarme del número de fallecidos en la acción- dije con gran rapidez, sus ojos parecían chispear de furia.

-Bien Williams, pues apuntad ahí que los muertos son más de los que pueden entrar por las puertas del cielo ¡y fuera de mi camposanto!- Su tez era tan roja como la rosa de Inglaterra y eso a la lúgubre luz de las linternas de esa parte del sollado, a cielo abierto me temo que su rostro parecería estar al borde del síncope mortal.

Ni decir he que salí como corre un zorro delante de los perros, deshaciendo mis pasos de moribundo al sollado hallaba a cada poco recorrido las fuerzas que había perdido camino del cirujano.

En esas me encontraba cuando un súbito estruendo inundó el navío completamente, el talón(28) del buque se incrementó de forma perceptible en sentido contrario al de la andanada, instantes después los gritos de júbilo inundaban todos los puentes del Repulse.

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25 En los buques de línea se disponía normalmente de doctores y cirujanos, siendo los primeros oficiales de mayor rango.

26 Quince centímetros

27 Antiguo término despectivo para los monaguillos

28 Ángulo de inclinación de un buque.