12- Heridas sin dolor

lunes, 12 de noviembre de 2007

Como bien dije antes, un buque de Su Majestad es una máquina compleja y perfecta, un ingenio del genio magnífico y terrible.

Cuentan los libros, esos libros que pude leer en mi querida imprenta donde tantas horas pasé, que los barcos han cambiado mucho a lo largo de los tiempos, desde los bajeles de Ulises a las galeras del Cesar de Roma, estas máquinas de guerra se han transformado de forma profunda. No hay nada en el mundo tan poderoso, ni existirá jamás si se me permite decirlo, como un navío de línea.

Castillos sin piedras, torres sin almenas, murallas de madera.

Inglaterra se protege tras estos muros móviles erizados de cañones prestos a destruir a quien ose despertar el sueño de la diosa Britannia. Terrible será la cólera de la deidad para quien quiera someter a sus hijos y más terrible es la realidad de sangre, fuego y pólvora que siembran estas fortalezas en los mares del mundo.

Dice la leyenda que Toosa fue una muy poderosa ninfa marina, una mujer sirena de gran belleza dotada de una cola plateada de brillantes escamas de pez en lugar de piernas. Su beldad solo era igualada por su poder, pues era la diosa de las peligrosas corrientes marinas. Todos los hombres la deseaban, poseerla era un fin en sí mismo y a la vez el fin mismo, solo un Dios más poderoso que ella podría amarla y gozarla, y así, solo el mismísimo Poseidón dueño, amo y señor de todos los mares y criaturas que en él habitan yació en su lecho para engendrar al cíclope Polifemo. Y como sucedió con la sirena pocos podrán poseer a Britannia, ni el león castellano ni el águila gala fecundarán jamás la tierra fértil de Albión.

El tiempo ha pasado lento desde que dio comienzo la acción y los acontecimientos cercanos como nuestro encuentro con el Formidable parecen ya recuerdos borrosos de un pasado añorado, el cansancio se acentúa con el hambre y este se hace presente pese a que el desayuno de hoy ha sido copioso para lo que suele ser habitual en nuestro día a día. Por orden del capitán y según consejo del cirujano mayor, el de mayor antigüedad se entiende, se nos incrementó la ración según me explicaron a causa de las enormes colas producidas en los beques(20), un tercio más de galletas por hombre para evitar las indisposiciones de vientre frecuentes en los últimos días, carne curada abundante para darnos energías suficientes por las pérdidas producidas en los males del estómago y ración larga de grog con la que calentar la sangre y animar el espíritu decaído de los enfermos.

La realidad es que las galletas son arena a esta altura de nuestro viaje por efecto de los numerosos gorgojos y la carne produce fuerte dolor de muelas, tal es su estado de dureza y sequedad que los más viejos y desdentados la cortan y machacan para mezclarla con el ron y así poder tomarla, solo el grog(21) sirve para aligerar nuestras penas sumiendo a la tripulación en esa magnifica sensación del grogui(22).

Mientras escribo estas líneas la tripulación se afana en despejar las cubiertas trasladando a los heridos más graves y apartando los cadáveres para que no interrumpan el trabajo de los vivos. Realmente es una tarea penosa y me alegro de no tener que presenciarla.

El buque ha virado con brusquedad crujiendo los mástiles como no habían hecho hasta ahora, no hay mucho viento pero se ha metido gran timón y por un instante he pensado que el capitán tenía la intención de hacernos navegar con el viento en popa cerrada(23) para ganar en velocidad al Barfleur y darle caza, pero está claro que he errado, navegamos al sur y aprestamos nuestras púas para herir al enemigo por babor.

La oficialidad tiene un aspecto curioso al haber sido despojada de sus elegantes vestiduras, resulta llamativo ver a los oficiales que se acercan a la posición del capitán desde las cubiertas inferiores echar mano a su cabeza para descubrirse ante él cuando en realidad no lucen sus vistosas galas. Eso unido a las escarapelas negras(24) prendidas en las camisas dan una imagen irreal de la oficialidad semejantes a caballeros doblemente duelistas, duelistas por un difunto y duelistas en fina camisa blanca para limpiar una afrenta sufrida o infligida.

Cuando el señor Rodskin me preguntó si me encontraba bien le respondí que –Nervioso pero sin miedo señor Rodskin-. Pude apreciar en él una sombra de sorpresa que no entendí, no había sido el mejor de los marinos del Repulse pero había cumplido con la tarea encomendada sobreponiéndome a mis miedos hasta ese instante y por mi edad era normal que me sintiese nervioso, ¿a santo de qué esa cara de incredulidad? Pensé ofendido.

-Muchacho, estás sangrando en abundancia y será mejor que acudas a ver al cirujano para que te revisen-

¿Qué estaba sangrando? ¿Pero cómo? Al mirar mi costado izquierdo pude ver como una gran mancha roja empapaba mi jubón y de forma inmediata un dolor agudo me cortó la piel como si de un cuchillo se tratase.

-Williams, ¿os encontráis bien? Habéis perdido el color para quedaros blanco como una gaviota –

¡Para gaviotas estaba yo! –Sí, no os preocupéis, es que he sentido el dolor de la sangre- dije intentando bromear.

Mientras la acción permanecía en un compás de espera para mi era el momento de ir a ver a los cirujanos.

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20 Letrinas del buque, descubiertas y al aire libre, situadas en la proa para la marinería.
21 Bebida caliente hecha con ron u otro licor, agua, azúcar y limón.
22 De la palabra inglesa “groggy”, efecto de la ligera ebriedad producida por el consumo moderado del grog.
23 Navegar de modo que la dirección del viento forme con la del viento el ángulo mayor posible (180º).
24 Las tripulaciones de los buques de la Royal Navy lucían en combate escarapelas de color negro para distinguirse del enemigo en caso de abordaje, cada nación solía utilizar escarapelas de un mismo color en todos sus barcos.

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